De una de las cosas que no hablo en mi primer post y que
debería mencionar es de esos que están cada día. Los de siempre, los que han
contribuido a crear la locura colectiva. Sí, hablo de mis amigos.
No somos un grupo normal, aunque tampoco lo hemos buscado
nunca. Por suerte o desgracia tenemos unas particularidades que podrían ser
estudiadas por investigadores subvencionados por cualquier gobierno no español
y la única explicación que encontrarían sería que los aires manchegos no son
amigos de la cordura.
Nosotros somos aquellos que van al psicólogo y dibujan
familias ajenas sin ninguna explicación. También los que un fin de semana
cualquiera se montan la boda gitana del siglo sólo por hacer la fiesta. Los que
para celebrar cualquier cumpleaños hacen un concurso de folclóricas o los que
se plantan una peineta para pasear por Madrid.
Somos el público objetivo al que van dirigidos los karaokes
y su selección de música hortera y los que año tras año hacen el 14 de febrero
una cena AntiSanValentín, porque el amor nunca fue nuestro fuerte.
También somos expertos en reír hasta morir, en disfrutar más
de las resacas que de las borracheras con ese humor absurdo que caracteriza
nuestros días y en tener más días rojos que Holly en Desayuno con diamantes.
Los que, a la vez que todas esas excentricidades aman los
80, el rock y las cenas de gala. Los que regalan una amapola para los
cumpleaños porque “es un regalo de la naturaleza” y hacen sesiones fotográficas tan esperpénticas que hasta Valle Inclán se quitaría el sombrero al verlas.
Para qué engañarnos: nos gusta la fiesta y creamos motivos y
ocasiones. Pero también dejamos cualquier cosa que tengamos entre manos (aunque
sea un descubrimiento que vaya a cambiar el rumbo de la humanidad) para acudir
a un mal día de cualquiera, los que preferimos el silencio a las palabras vacías
en las fatalidades de la vida. Los que se sinceran, se molestan y se dicen
cosas de cara, pero luego se abrazan y lo celebran con una copa.
Cualquier querría participar de nuestra locura, pero no todo
el mundo está capacitado para aguantarnos, y no les culpo.
No sé ni cómo ni dónde estaremos en unos años, no sé a qué
nos dedicaremos (somos imprevisibles), pero lo que sí sé es que todos
volveremos al origen a contarnos los triunfos, que serán interminables, y nos
pondremos un clavel cantando “Tengo el corazón contento” mientras nos bebemos
los gin tonics y la vida.
Ya lo dice Extremoduro: “La gente normal se podía morir,
¡qué sonrisa tan rara!”
¡Y brindemos por ello!
ResponderEliminarQuerida Ana, ante todo me gustaría disculparme por no haberme despedido de ti como es debido, pero tal y como dice Holly hay días rojos y hay días negros… pues el miércoles tomo un matiz más oscuro de lo que me hubiese gustado y no sé porque me quede en casa, cosa de la que me arrepiento, pero ya sabes que la cordura nunca ha sido mi punto fuerte.
ResponderEliminarEl caso es que me gustaría decirte que te deseo todo lo mejor en este viaje que emprendes lleno de retos, incertidumbre y supongo que algo de desasosiego. Deseo de todo corazón que consigas todas tus metas, o al menos la mayoría… tampoco queremos abusar!
Disfruta, vive, conoce gente, conoce lugares, saborea cada momento, lucha por lo que quieres, regocíjate de los logros y plántale cara a los pequeños obstáculos que puedan surgir por el camino…. En definitiva enriquécete para que, los que contamos con la suerte de conocerte nos podamos enriquecer de ti después.
Un beso muy fuerte!
Fátima