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Atardece en el Gran Cañón, Arizona. |
Casualidades o no, ayer buscaba este
vídeo (aquí) entre las charlas TED porque había escuchado hablar de él. Lo vi, lo
reflexioné y di la razón a Ric cuando contaba qué se le pasó por la cabeza
justo antes de morir, porque pensaba que moría.
Me explicaré un poco mejor: Ric estuvo en
el accidente aéreo del río Hudson, cuando el piloto logró aterrizar en el río
sin víctimas mortales. Antes de que llegara el final feliz, cada uno de los
pasajeros del avión pensó que moriría. Así lo dijo el piloto por los altavoces
del avión y así lo creyeron todos.
Me gustó especialmente la reflexión del
pasajero cuando se dio cuenta de que la vida cambia en un instante, un segundo.
Qué pena tener cosas de las que arrepentirse, qué pena haber dejado cosas por
hacer, qué pena no haber disfrutado de los tuyos.
Esta mañana, encendía la televisión y
me topaba de bruces con la tragedia del Airbus que había despegado desde
Barcelona, dejando cientos de fallecidos. Y a mí se me hacía un agujero dentro del pecho de profundidades incalculables. El universo, una vez más se quedaba ahí, mirándome
desafiante, haciéndome preguntar si las cosas suceden por que sí y es casualidad que yo viera ese vídeo ayer.
Yo no creo en ellas, creo que todo
ocurre por algo, creo que hay que escuchar las señales que recibimos del
universo, de Dios, de la naturaleza (cada uno que le ponga el nombre que
quiera).
Y de nuevo el mensaje frente a mí: la vida cambia en un instante.
Últimamente recibo señales sin parar, signos que me indican por dónde ir, qué
hacer, a quién escuchar. Y me pregunto, quizás siendo irreverente, ¿estamos
aprovechando la oportunidad de vivir?
Hace días ponía todo en perspectiva. Estoy
en el tiempo de descuento respecto a los estudios, a punto de iniciar una nueva
etapa llena de incertidumbres pero también llena de proyectos preciosos que
comienzan a asomar la cabeza. Y pensaba en ello, pensaba en la pasión con la
que hago las cosas, en que es muy difícil hacerme actuar si no es motivada por
ella.
Un trabajo tedioso y mecánico, una
relación sentimental que no cuaja, una vida que no sientes tuya, unos amigos
que no te comprenden, necesidad de expectativas, de ambición, sentimiento de vacío
y de vulnerabilidad. Falta de pasión, en definitiva. ¿Sería capaz de vivir así?
¿Podría aguantar el día a día sabiendo que no estoy conforme, que no me gusta
lo que me rodea?
No, no podría. Y como no podría, no lo
hago. Porque no quiero que de repente se acabe todo y me encuentre vacía, sin
haber luchado por las cosas que importan, sin haberle dedicado tiempo a las
personas que quiero y sin haber vivido con pasión cada parcela de mi pequeña
existencia.
Puede sonar irresponsable pero, ¿qué más
da el futuro? ¿qué más da la jubilación? ¿qué más da tener un poco menos? Lo
único importante para mí es vivir la vida de instante en instante, sintiéndola
mía y siendo feliz. Compartiendo mis momentos especiales con las personas que
me suman. Sin preocuparme por un futuro en el que ni siquiera creo y
convertirme en una persona libre.
“No todos los que vagan están perdidos”,
decía Tolkien. Y es cierto, porque las ocasiones en las que parecía que estaba
más perdida, han sido las que me han hecho encontrarme conmigo misma. No es
necesario ser uno más del rebaño.
Y así, saliendo del pecho a trompicones,
os deseo amor, vidas plenas y felicidad elevada a la máxima potencia. Y pasión,
claro. Os deseo toda la pasión del mundo, que nunca actuéis de forma mecánica.
Ana
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