Hacía años que no pasaba un verano en Madrid. Cuando surgió
la “oportunidad” de quedarme en la capital los meses de julio y agosto no me lo
pensé. Quería quedarme en la ciudad para que se me quitase el mal sabor de boca
que me había dejado Madrid otros veranos. Pero, repentinamente, el infierno se
apoderó de la urbe y me encontré intentando pensar con las 4 neuronas que
habían sobrevivido al incendio. No está siendo fácil, lo confieso. El asfalto
convertido en llamas no hace más llevadero mi estío de secano. Por eso, tengo
que buscar alternativas que me ayuden a no desfallecer y a no perder las ganas de
verano para siempre.
Ahí van mis cinco imprescindibles, gracias a los cuales
estoy un poco menos triste:
Sunset Cinema.
Nada como los cines de verano para enamorarse perdidamente
de Madrid. Y si se trata de un lugar tan especial como el Palacio de Cibeles,
te puedes volver loca. Fui el año pasado y descubrí una de mis películas
favoritas, Cinema Paradiso, debajo de la cúpula mientras anochecía. Este año la
experiencia ha mejorado gracias a los cascos individuales, que hacen que
disfrutes de la película al 120%. Ya he ido a ver El Apartamento (Suspiro...
Jack Lemon) y esta noche veré 8 y ½ de Fellini. Peliculones tremendos.
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Jam Session en Lavapiés.
Hace una semana fui a Lavapiés para despedirme de Laura,
amiga de la universidad que se ha ido a Guatemala con la Agencia Española de
Cooperación Internacional y que tiene entre manos varios proyectos preciosos (¿He mencionado alguna vez lo orgullosa que estoy de mis amigos?). Lau, aunque lleva años sin vivir en Madrid, conoce cada recoveco
de la ciudad y nos descubrió a Bea y a mí una jam session brasileña en un local
genial. La hacen todos los lunes, aunque quizás en agosto sea menos frecuente.
Una buena manera de quitarse las penas bailando.
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Terrazas, terrazas y más terrazas.
Creo que todas las noches, desde que empezó la ola de calor
que nos quita las ganas, he salido a sentarme en una terraza. De Argumosa o de
Acacias. A tomar un tinto, una cerveza o una botella de agua. No se soporta el
calor dentro de saunas como mi casa, y hay que salir. A respirar, a airearse, a
pasar calor mientras lo comentas. No hay nada peor que pasar calor solo. Sal a
la calle y compártelo.
Escapadas de fin de semana.
Sí. Todo tiene pros y contras, y el quedarme currando en la
ciudad ha eliminado de un plumazo la posibilidad de tener unas vacaciones
decentes. Sólo dispongo de los fines de semana para quitarme el gusanillo. Por
eso, y porque no quiero pasarme las pocas horas que tengo metida en un coche,
he decidido descubrir lugares cercanos. La sierra de Madrid tiene unos cuantos
pantanos que podrían pasar por una playa croata. Vale, quizás no tanto, pero
con un poquito de imaginación, tienes playa a una hora de Madrid. Yo ya la he
probado y como terapia, funciona.
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Lecturas de tren.
Uno de los lugares donde más tiempo estoy pasando es el tren. Para
desplazarme a Mordor tengo que viajar en cercanías y esto, que parecía un
castigo, está consiguiendo que mi reto "12 meses, 12 libros", no quede en el
olvido. Después de mucho trabajo y poco tiempo libre por culpa de Ciudad Despierta, he conseguido remontar. Este mes han sido dos: el nuevamente
polémico “Matar a un ruiseñor” y “Cumbres borrascosas” (aún a medias). Un bonito viaje a otras
épocas para quien, como yo, necesite salir de la rutina.
Si ni siquiera con estos pequeños trucos consigues salir del modo irascible en el que te has bloqueado, no te sientas culpable. A veces, mirar la vida pasar a través de las varillas del ventilador, puede considerarse mindfullness. Disfruta también de ese estado. ¡Buen verano!
Ana.
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