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“Esta mañana, con ella, tomando café” Eso contestó Jonny
Cash cuando le preguntaron en una entrevista por su definición de paraíso. El cantautor decidió que su
único paraíso estaba al otro lado de la cama y le sonreía cada mañana.
No es conformismo, es despertar. Nos pasamos la vida en
busca de nuevas emociones, de paraísos (a veces artificiales) y de aventuras
para contar a nuestros nietos, sin darnos cuenta que tenemos la felicidad a la
vuelta de la esquina.
Yo soy la primera que apuesta por el riesgo, por descubrir
nuevos horizontes, por andar siempre un paso más. Pero, cuán importante es
mirar hacia los lados y descubrir que el paraíso no es más que tu cama de
siempre, en la que duermes como en ningún otro lugar del mundo.
O quizás es el té que tomas por la mañana, al que no le
dejas ni cinco minutos para conversar, porque tienes demasiada prisa por llegar
a la oficina y sentirte un fracasado.
Puede que sea la clase de yoga de los viernes, a la que vas
por rutina y no permites que despierte una espiritualidad que has matado a base
de puñetazos de realidad.
O la caña que te tomas con los amigos de la
universidad, en la que te cuentan y les cuentas como te trata la vida, mientras
recordáis anécdotas de aquellos maravillosos años.
Puede que sean las cenas con los de toda la vida, en las que
cada uno llevamos un plato, porque somos tan pobres que no nos da ni para
pizza. Y recordar lo bien que se está con los de siempre y pensar que es una
pena no vernos más a menudo.
O son los saltos de tu perro, que te sacan de cualquier
agujero negro, porque no se puede ver tanta locura junta y no morir de risa en
el intento.
O la sensación de llegar los viernes a casa, al pueblo.
Cocinar, hablar, reír, como si la semana no hubiera hecho mella en tu estado de
ánimo.
O la familia, porque no hay mejor paraíso que la familia.
O las llamadas de teléfono que se cargan de un plumazo los
millones de kilómetros que nos separan.
O puede que el paraíso sea el hecho de llegar a casa y que esté la
comida preparada, la mesa puesta.
Mi paraíso es un café contigo, el sol cegándome por la
mañana mientras remoloneo en la cama, los helados inesperados acompañados de
conversaciones interminables de media noche. Las tardes de cine, de vino y de
rosas.
El edén está donde estemos nosotros, haciendo nuestra la
ciudad.
Ojalá despertemos y comencemos a mirar(nos) con otros ojos.
Ana
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