Me hace mucha gracia cuando el comandante habla a los
pasajeros y les desea Feliz Vuelo. Pero qué paradoja! Un vuelo JAMÁS es feliz.
Yo los sufro profundamente y, aunque me encanta viajar, cuando estoy a punto de
despegar desearía teletransportarme.
Esta vez no iba a cambiar el asunto, se repitió la historia.
Tuve que hacer una yincana hasta llegar a mi puerta de embarque: “quítese los
zapatos” “quítese la chaqueta” “saque el ordenador” “saque la bolsa de aseo”, y
a esto le sumamos mis 4 kilos de más en el equipaje de mano. Como os
imaginaréis mis movimientos estaban francamente limitados.