Hacía años que no pasaba un verano en Madrid. Cuando surgió
la “oportunidad” de quedarme en la capital los meses de julio y agosto no me lo
pensé. Quería quedarme en la ciudad para que se me quitase el mal sabor de boca
que me había dejado Madrid otros veranos. Pero, repentinamente, el infierno se
apoderó de la urbe y me encontré intentando pensar con las 4 neuronas que
habían sobrevivido al incendio. No está siendo fácil, lo confieso. El asfalto
convertido en llamas no hace más llevadero mi estío de secano. Por eso, tengo
que buscar alternativas que me ayuden a no desfallecer y a no perder las ganas de
verano para siempre.
Ahí van mis cinco imprescindibles, gracias a los cuales
estoy un poco menos triste: