Cuando volví de Nepal, después de una temporada viviendo fuera de España, me propuse a mí misma disfrutar de mi alrededor con ojos nuevos, con la mirada renovada. Había visto parajes incomparables, algunos paradisíacos. Había disfrutado de las tradiciones más antiguas y había aprendido de ellas.
En la rutina de mi vida madrileña, en cambio, me había perdido muchas cosas emocionantes por no saber verlas. Incluso mi pueblo y alrededores están plagados de lugares increíbles y de tradiciones centenarias que no había sabido apreciar.