22/5/14

10 cosas que me gustan de Londres


Un encuentro fugaz ha bastado para reconciliarme con la ciudad de las mil culturas. Londres siempre ha sido, para mí, La Ciudad por antonomasia. Es como el amante cruel que te destruye y te construye con solo una gélida mirada. Reconozco que yo fui una débil enamoradiza a la que fue envenenando poco a poco y que le ha bastado unas pocas horas para tenerme de nuevo a sus pies. Nunca ha sido una relación fácil y durante años hemos vivido en un tira y afloja que estoy segura, acabará en desgracia. Pero confieso que estoy entregada de nuevo, suspirando por sus recovecos. En el amor, hay que encontrar a alguien que te haga sentir como la mejor versión de ti mismo. Y mi mejor versión, como decía Faulkner, es la que prefiere "el dolor a la nada, la bofetada a la ignorancia, la pena al vacío, el desprecio a la indiferencia y el grito a la apatía."



Y de ese extraño masoquismo ha salido esta lista. Incluso, he reconocido que me gusta la lluvia, ¿Qué sería de Londres sin la melancolía de sus días lluviosos? ¿Qué se habría podido escribir sobre ella?.



- Los mercados callejeros de productos orgánicos. Mi favorito, Borough Market. En la estación de tren de London Bridge se esconde este peculiar mercado. Aún estando siempre lleno de gente, conserva el embrujo. Muchos trabajadores compran ahí su comida del día a día. Puedes encontrar desde frutas y verduras hasta decenas de puestos de quesos, aceites y demás productos aptos para sibaritas. En Navidad es mágico, el resto del año también.


- El Southbank. Uno de mis paseos favoritos de la ciudad. Desde London Bridge hasta Waterloo. Las vistas de la ciudad durante todo el trayecto al borde del río son impresionantes. Puedes hacer una paradita en la Tate para presumir de visitar exposiciones de arte contemporáneo o simplemente subir al último piso a tomar un café. Todo vale. Londres se deja llevar.


- Los hombres con gabardina y smoking. La primera vez que vi a un hombre con smoking paseando por Londres me caí de espaldas. Por suerte, no es un hecho aislado. Decenas de ellos caminan por las calles con sus mejores y más elegantes galas. Nunca he visto en Madrid a un hombre con gabardina y sombrero, y es algo que pido a gritos. Los hombres ingleses no son necesariamente guapos pero tienen ese "je ne sais quoi". Nunca decepcionan. Aquí he tenido que recurrir a imágenes de archivo. Cumberbatch es el mejor ejemplo.



- El Trafalgar. El pub más bonito de la ciudad y probablemente del mundo. Lo descubrí de la mano de alguien y he arrastrado a todas las personas que se han topado conmigo. Está a pies del Támesis, casi dentro del río. Parece un barco inmóvil con unas vistas impresionantes de la ciudad. Iluminado con velas y con bastantes cervezas en la carta. Un poco caro, eso sí, pero ahorraré para convertirlo en mi lugar de peregrinación cada vez que vuelva. Porque volveré.



- Las cafeterias en las que improvisar nuevas metas para la vida. En mi periplo londinense he visitado muchas cafeterías. ¿Por qué? Porque el ocio gastronómico no estaba (ni está) en mi mano, y era necesario resguardarse del frío invierno. Gracias a eso me he topado con lugares bastante originales con pizca de postureo y café del bueno. Lo del café no lo digo yo, que no bebo café, lo dicen los entendidos de los que me rodeo. Por eso he podido organizar conspiraciones y redescubrir los objetivos de mi vida. Me encantan las conversaciones de cafés frío y almas calientes.



- El Fish&Chips de Brockley's Rock. Creo que no podría visitar la ciudad y no comerme un buen plato de Fish&Chips de este pequeño bar. Está en Brockley, el que fue mi barrio durante mi aventura, y el que es el espacio vital de amigos y familia. Sin lugar a dudas es el mejor que he probado nunca: el rebozado perfecto, las patatas crujientes, el sabor incomparable. Parece un anuncio hortera de hamburguesería de pacotilla, pero no. Es mi placer confesable.



- Los frutos del bosque. La primera vez que probé estas maravillas de la naturaleza fue con 14 años, cuando hice un intercambio y viví 3 semanas en Potters Bar, un pueblo al norte de Londres con una familia maravillosa. Con ellos descubrí un huerto lleno de estos frutos, en el que tú mismo los cogías de la mata y te los pesaban a la salida. Durante esta original forma de hacer la compra, podías comer cuantas frutas quisieras. Me puse las botas con las frambuesas, las fresas, los arándanos, las moras,... Creo que son una delicia para el paladar y desde entonces vivo enganchada como si de droga se tratase.



- Little Venice. ¿Os imagináis a los protagonistas de algún cuento viviendo en un barco anclado a un canal navegable? Así es Little Venice, un cuento en mitad de la vorágine. Un pasadizo mágico que te transporta en segundos de una ciudad gris a la fábula de los mil colores. Pasear por sus canales es un absoluto placer, descubrir paso a paso como viven las almas salvajes que un día decidieron que tener una casa era algo demasiado ordinario. Se puede comer en uno de los barcos/restaurantes que hay a lo largo del pasaje, pero mi consejo es andar por ellos durante varias horas hasta llegar a Candem, mientras sueñas con otros mundos posibles.



- Los barrios. Vale que podemos entrar a debatir si los barrios con personalidades excéntricas de las afueras son parte del Londres más clásico. O no. Para mí los barrios londinenses marcan un punto y aparte en la rutina de la ciudad, son el cobijo de la verdadera vida fuera del museo intocable que es el centro.  Bares de copas, pubs, universidades, librerías,... todo con un toque de dejadez extrema que me encandila.



- La libertad de la ciudad sin prejuicios. A pesar de todos y cada uno de los detalles que ya he mencionado, si por algo me gusta Londres es por el cosmopolitismo, por la libertad. A nadie le importas. Esta Babilonia moderna te mira solo a veces. Y lo que se puede convertir en un enemigo en la cotidianidad de la vida, se convierte en un aliado cuando lo que necesitas es un respiro. Londres te deja ser, te anima a que seas. Te ofrece oportunidades y te las quita. No da tregua. Le importas y te ignora. Te deja y te atrapa. Grandes motivos de atracción letal. Por eso me gusta tanto, porque la he odiado (mucho, fuerte) pero siempre (siempre) quiero volver.

¿Está alguien hablando de amor?

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