Pues sí, después del viaje infernal conseguimos situarnos en Pokhara, y aunque no tuvimos mucho tiempo para conocerla más a fondo, lo que vimos fue alucinante.
El sábado lo teníamos totalmente planeado: comeríamos enfrente del lago un buen desayuno de campeones para después cruzarlo en un bote y subir a la Pagoda de la Paz Mundial que está en lo alto de una montaña. Esto, así escrito, suena fácil y rápido, pero no.