Hoy
vuelvo para hablar de Laos, un país no muy conocido ni tampoco demasiado
turístico (aún) pero que dará mucho que hablar en el futuro. A pesar de los
maravillosos días que pasé allí y de que en horas se convirtió en mi país
favorito de los tres que visité en mi mes de vacaciones, no había escrito
ninguna entrada hablando de él.
Cruzar
de Tailandia a Laos en un bote tailandés, es una experiencia increíble. Yo lo
hice desde el norte de Tailandia, una de las mejores maneras que hay. Es muy
difícil explicar como cambia la vibración de un país a otro. Supongo que puede
ser por lo que mencioné antes, que está mucho menos explotado turísticamente, y
todavía los turistas son tratados con amabilidad. Quizás es porque,
simplemente, su gente sea encantadora.
Fue
poner un pie en Laos y olvidarme de los timos, de los chantajes y de cualquier
picaresca tailandesa. Las sonrisas parecían más sinceras. El recorrido por Laos
fue muy sencillo: desde la frontera con Tailandia bajamos en crucero por el
Mekong hasta Luang Prabang. Dos días en un “slow boat” (barco lento) llenos de
paz y tranquilidad. Además, hice una amiga en el trayecto que compartió conmigo
su comida típica laosiana y su simpatía, a pesar de no entendernos en absoluto.
Quizás, lo que más me sedujo de ellos fue su capacidad de ver pasar la vida sin un ápice de preocupación. La tranquilidad que tienen en el día a día, el saber mirar el paso del tiempo como algo que enriquece en lugar de verlo como una tortura. Hoy
he querido recordar Laos de la mejor manera que sé: con sus caras y su filosofía.
Me encanta viajar a través de tu blog
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