Hay momentos en los que la vida te presenta una encrucijada
que tienes que solventar de alguna forma. A veces (la mayoría) parece más
difícil de lo que suele ser en realidad. A mí me ha pasado en repetidas
ocasiones durante este último año, y la causante de todos mis baches ha sido la
crisis.
Esa señorita con tacones de aguja que entró de puntillas para luego
ahogarme con ellos. Sí, esa. La de los labios y los números rojos. La que se
escondía con un apodo de espía para que nadie pudiera calarla. La que está
poniendo en evidencia a la humanidad, la sociedad irreal en la que vivimos y el
sistema que alimentamos.
He de decir que está siendo una maldita arrogante que se
está cargando la vida de millones de familias. Que los aires de diva están despertando
en mí a ese “Hulk” que llevo dentro.
Por una parte tengo que reconocer que ojalá nunca hubiese
aparecido, que nunca se hubieran dado las tremendas situaciones que ha causado
la onda expansiva de su presencia, que no existiese la depresión generalizada
que no es más que una ficción para que no actuemos, para que no seamos.
Pero por otra parte tengo que dar las gracias. Para que se
entere que estoy por encima de ella, que no va a poder ni conmigo ni con
nosotros.
Por eso, y a pesar de
los arañazos y los golpes, voy a ser agradecida. Porque sin ella, no me habría
planteado huir, no me habría entendido a mí misma.
Si no hubiese llegado a mi vida, no habría conocido en
primera persona lo que conllevan las migraciones a lo largo y ancho del mundo.
Sin ella no habría valorado el dinero, no habría aprendido a
hacer malabares con los números.
No habría sentido en mis huesos la sensación de ser tratada
más como “mecanismo generador de beneficios”
y menos como persona.
No habría conocido el otoño en Londres con la caída de las
hojas y de los prejuicios.
No habría salido del molde, me habría acomodado en la
absurdez de una vida prediseñada.
Gracias por haberme ayudado a equilibrar mi interior, a
pensar con el intelecto y con los sentimientos.
Gracias por hacerme soñar con otro mundo, con otras
alternativas, con otras circunstancias.
Te agradezco que mantengas viva mi ambición, mis proyectos y
mis ganas.
Gracias por enseñarme a situar en el mapa países como
Latvia, Moldavia o Guinea Bissau y por ayudarme a ponerles cara.
Gracias también por hacerme recuperar la fe, por hacerme
volver a creer en la fuerza de las personas, en la energía.
Gracias por la literatura, por hacerme leer a Zweig para
entender mejor qué somos y en qué nos estamos convirtiendo y por todas sus
consecuencias.
Gracias por los movimientos sociales, por la calidad de la
gente que lucha.
Si no hubieras aparecido en mi vida nunca habría sabido
despreciar a la humanidad y amarla al mismo tiempo.
Por eso me reitero constantemente, y animo a todo aquel que
quiera ser un número positivo a buscar el otro lado de la moneda, a idear
alternativas y a ponerle nombre a sus sueños. Galeano dice que el mundo que
conocemos está embarazado de otro. Y yo me pregunto, ¿no tenéis ganas de verle
la cara a ese nuevo mundo?
He de decir que tienes totalmente la razón. Te la doy no por que sea brillante en la forma, que es sencilla y pura, sino porque de algún modo lo he vivido todo. Y tal vez la crisis me golpee pero de cierto modo vivir a 500km también es Londres. Me hice mayor al salir de Madrid. Yo, ya sabes que soy muy urbanita, y cambiar de la noche a la mañana a otra ciudad y queriendo vivir la cuasi independencia es duro, pero muy reconfortante, Aunque sean los detalles y sí, pequeños. Ya sabes que me tienes, aquí y además ganado. Un saludo
ResponderEliminarDe lo mejor que te he leído. Y suma y sigue
ResponderEliminar