9/1/14

Lo que he aprendido

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En la entrada anterior agradecía al 2013 todo lo que ha traído consigo, hoy me dedico a desgranarlo. Dije que lo que más me había gustado era aprender y hacerlo sobre todo de los que menos tienen, que te enseñan sin buscar nada a cambio. No sé cual es la fórmula de la felicidad, pero sé que todas estas pequeñas cosas me han hecho estar más en forma psicológicamente hablando. Algunas os servirán, otras las sabréis y otras quizás las veáis como estupideces. Para eso estamos, para compartir y que cada uno elija lo más conveniente:


Nadie es más que nadie, pero sobre todo: nadie es menos que nadie. Todos somos lo que somos por las circunstancias que nos han rodeado. Siam, conductor nepalí con mucho de filósofo soltó esto como si nada. Y tiene razón. Todos somos lo mismo, estamos creados de la misma materia. Da igual el color, la religión, el dinero. Lo único que vale es tratar a todos como iguales.

Saber que no todo es perfecto pero estar preparado para la imperfección y la aceptación. La forma de conducir en Nepal es, cuanto menos, curiosa. Siam, el filósofo improvisado, nos llevaba hasta Chitwan por las carreteras de montaña con un carril y medio. Detrás de las curvas surgían los mayores imprevistos. A pesar de eso, él no perdía la calma ni la sonrisa. Si un coche venía de frente directo a chocarse con nosotros paraba y daba marcha atrás. Y dijo: “Lo mejor es estar preparado para lo que pueda llegar. Así, no hay sorpresas.”

Dejar de competir con los demás, competir con uno mismo. Por fin, en 2014, empecé a cumplir uno de mis propósitos de cada año: hacer deporte. Lo que al principio me parecía una tortura ha terminado por convertirse en un modo de liberar tensiones, estar en contacto conmigo. Y en el deporte, como en la vida, hay que aprender a no competir con los demás, hacerlo sólo con uno mismo. Sólo uno sabe cuáles son sus circunstancias. Es mejor no compararse con nadie, intentar ser mejor día a día sin mirar como lo hacen los demás. Eso sí, competir con uno es la más difícil de las tareas.



Valorar la naturaleza como un regalo. Muchas veces estamos tan ocupados por los trabajos diarios en la ciudad que se nos olvida disfrutar del campo y la naturaleza. He aprendido a dedicarle tiempo a los atardeceres, a las noches llenas de estrellas, a las montañas y a los ríos. Conectar con la Tierra a ese nivel es fundamental para sentirse vivo. Colecciona momentos, no cosas.

Quererse. Dedicarse tiempo y cuidarse. Sé que en la vida actual parece no haber mucho tiempo para esto, pero lo hay. Es fundamental querer el cuerpo que tenemos y cuidarlo. Darnos masajes, duchas de agua caliente,… Cualquier cosa que nos haga sentir bien. Cuidamos nuestros coches, nuestras casas, pero lo único que realmente tenemos a veces pasa inadvertido.

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Somos lo que comemos. Importantísimo punto. Escuchar lo que nuestro cuerpo quiere y dárselo. No envenenarnos a nosotros mismos llenando el cuerpo de toxinas que sólo acarrean problemas digestivos. Los médicos lo dicen: “hay que comer de colores”.

Somos lo que pensamos. Otro punto importante. Al igual que no queremos intoxicar nuestro cuerpo con lo que comemos, no deberíamos hacerlo con la mente. Fuera los pensamientos negativos, el no voy a poder. Es normal la ira, la rabia, pero buscad una forma de canalizarla. Los pensamientos positivos atraen cosas positivas, somos un imán. Probadlo un par de días, los resultados serán alucinantes.

La envidia es la peor enfermedad de los seres humanos. Otra cosa que me enseñó la sociedad nepalí. La mayor parte de ellos no tienen nada material, pero no lo desean. Por eso es un país tan seguro en el que prácticamente no hay delincuencia. La envidia te marchita poco a poco. Querernos es lo más importante para no envidiar al de al lado si no admirarle.



Lo imposible ocurre mientras dices que no puedes hacerlo. Estando en clase de yoga el profesor nos enseñó una postura invertida. Parecía imposible. La mayoría de la gente de clase dijo que no podía hacerlo. Yo lo hice y no pensé ni por un segundo que no pudiera. Toda la clase la hizo y mientras estaban en ello seguían diciendo que no podían. Pues bien, pudieron. Muchas veces decimos que no podemos cuando ya lo hemos conseguido y no nos damos cuenta de lo que acabamos de lograr.

Tolerancia. La convivencia de religiones, el respeto hacia el diferente. Si nos rodeamos de nuestros iguales, nunca aprenderemos nada nuevo. Siempre he sido bastante tolerante, pero ahora más. Si quieres crecer, hazlo rodeado de gente que no piensa como tú.

Valorar más lo hecho a mano, las cosas hechas con cariño, los detalles de papel y los regalos personalizados. No hay nada más bonito como un regalo hecho a mano. Entrar a una tienda de artesanía y descubrir pequeños tesoros. Y, ¿qué decir de los regalos de papel? Las cartas, las historias. Para mí son un manjar.

Y lo más importante, algo que me enseñó mi padre hace muchísimos años. Recuerdo que el día de mi Primera Comunión mi petición fue esa. En aquel momento no entendía por qué. Ahora lo entiendo. Pedí por los amigos, por la gente que eliges para tener cerca. No hay mejor fórmula para la felicidad que saber rodearse de gente que te hace grande, que te inspira, que te ayuda a ser mejor. De aquellos que te apoyan, te levantan y te dicen que puedes con eso y con más. Hay que saber decir adiós a las personas que no se alegran por nuestros éxitos y empezar a elegir a aquellos que sí lo hacen. Si encima tenemos la suerte (como yo) de que nuestra familia entra dentro de estas personas mágicas, podemos decir que somos unos afortunados.



Por supuesto, hay muchas batallas abiertas, muchos libros sin cerrar y varias guerras en curso. Pero también ha habido muchas victorias, que de eso se trata. Veremos que trae el 2014, yo sospecho que muchas vivencias, enseñanzas y felicidad.

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