13/11/13

Relax Bay, Koh Lanta, Thailand.


¿Habéis vivido alguna vez la sensación de tener un día absolutamente perfecto y totalmente inesperado? ¿Habéis sentido que los astros se alinean, la naturaleza sonríe y el Universo conspira? Yo, por suerte, sí. El segundo día que pasé en Koh Lanta, gran isla de Tailandia, fue increíble. Me explico, todos los días de las vacaciones han tenido algo especial, detalles que los hacían bonitos. Pero este día, particularmente, fue completo. Si tuviera que elegir uno de todos los que he estado viajando, sería este.


Todo empezó el día anterior, llegando a Koh Lanta con un cansancio considerable y encontrándome con que las nubes del monzón cubrían el cielo. Imaginé los tres días que pasaría allí lluviosos y terribles, pensé que no podría disfrutar de la playa y que la estancia en la isla sería de todo menos paradisíaca. Si a esto le sumas que la cabaña donde dormiría estaba en mitad de la selva, con amigos lagartos (sí, me dan miedo los lagartos) por todos lados y que la mayoría de los sitios estaban cerrados por ser temporada baja, las sensaciones se tornaban un poco oscuras.

Al día siguiente, sin esperarlo, amaneció soleado. Un sol brillante acompañado de pequeñas nubes preciosas. Por eso, en lugar de investigar en moto la isla, la decisión fue aprovechar lo que la naturaleza se había encargado de ofrecer. Relax Bay fue el destino: una playa impresionante, árboles rodeándola y lo mejor de todo: que a pesar de ser una de las más famosas de la isla, estaba completamente vacía. Pasé la mañana haciendo fotos, nadando en el mar y leyendo bajo los cocoteros.

En el otro extremo de la playa, hay un resort con mucho encanto y después de comer en su restaurante decidimos pasar la tarde en las pequeñas cabañas cubiertas del resort, con vistas al mar y con un bar donde disfruté de un buen batido de chocolate y un mojito. Digo que los elementos trabajaron por mi felicidad, porque al poco tiempo empezó a caer una lluvia fina y agradable llevándose consigo el calor pegajoso.

Justo enfrente de mi, unos tailandeses y algún infiltrado decidieron ponerse a jugar al fútbol bajo la lluvia, mientras el sol se escondía primero bajo las nubes y después en el horizonte. Esta lluvia, de la que tanto me quejé el primer día, me regaló un arco iris en plena puesta de sol que no creo que pueda olvidar nunca.

MAGIA.











1 comentario:

  1. Me encanta, Ana. Te estás haciendo toda una experta en saber apreciar los pequeños (o grandes, según lo mires) detalles de la naturaleza.
    ¿Ganó el infiltrado?

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