31/1/19

Lo mejor de enero


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Lo mejor de enero ha sido, sin duda, volver. Volver a los lugares donde fui feliz. Al menos, a algunos de ellos. Encontrarme con un yo pasado, compartir y recordar conversaciones e historias. Si alguno de los que paséis por aquí me seguíais en esa primera etapa, quizás recordéis mis listas, inspiradas en las que hacía Jesús Terrés en su finiquitado blog ‘Nada importa’ sobre lo mejor del año. Las hice en 2014 y en 2015 (qué lejos queda ahora).

Entre ‘Lo puto mejor del año’ de Jesús Terrés y ‘Cosas que me han hecho feliz esta semana’ de Javier Aznar, he construido mi propia sección. Hecho que tiene su gracia, porque quizás sea la sección más corta de la historia. Quién sabe. Ojalá muchas cosas que me hagan muy feliz todos los meses.
 

Higiene del asesino

Maldigo el día en el que una de mis mejores amigas me regaló un libro de Amélie Nothomb por mi cumpleaños. Pétronille fue su elegido. Me encontré con un comienzo literario espectacular (“La embriaguez no se improvisa. Es competencia del arte, que exige dar y cuidar”) y me enganché patológicamente a esta escritora. Un libro que trata sobre la amistad y el alcohol no puede dejarte indiferente.

Mi amiga los tiene todos, y de vez en cuando me deja alguno para demostrarse a sí misma que acertó con su teoría de que me encantaría. Reconozco que leyendo “Higiene del asesino” me he sentido un poco mal. Es tan loco, que a veces da grima. Pero así es Amélie, te lleva al límite del absurdo y se ríe de ti mientras tú te preguntas si está bien que te gusten sus cosas enfermizas. Pero sí, reconozco que esa mezcla de periodismo a la antigua usanza, un par de psicópatas y la pluma de la Nothomb me han tenido entretenida unos cuantos días.

El Birmingham de los años 20

Todavía no soy capaz de comprender porqué he tardado tanto en ver Peaky Blinders. ¿En qué estaba pensando? Este mes he visto tres temporadas intentando dosificar porque ya no concibo la vida sin tener la oportunidad de descubrir un nuevo episodio. Cada plano es una obra maestra. Ese acento. Esa estética. Y, ¿qué puedo decir de mi nueva obsesión por Tommy Shelby?

Hay cientos de escenas que me han traspasado. Pero esta, en concreto, me fascinó. Los que hayan visto la serie sabrán de lo que hablo.



Sobre la tristeza y el amor

Las palabras que escoge Fernando Savater para describir la tristeza y el amor en esta entrevista. Qué sinceras y qué crudas. No he leído mucho de él, más allá de ‘Ética para Amador’, libro que leí a punta de pistola en mi adolescencia (odié el libro, por cierto) y tampoco soy muy fan de cómo evoluciona la entrevista ni del titular que enturbia la belleza de lo demás.

Pero, esto: “Vamos a ver, utilizamos la palabra amor para muchísimas cosas distintas. Porque hay amores de fin de semana, o a veces vas en el autobús y dices que te has enamorado de la chica que va al fondo. Si manejamos la palabra amor con esa generosidad hay amores que duran cinco minutos. O tres segundos. Pero yo creo que cuando el amor es amor, primero es único. Y luego no se acaba: no te lo puedes quitar de encima.” Tan real.

Anastasia

Una de mis obsesiones infantiles (siempre obsesionada) era Anastasia. Por alguna razón adelantó a todas las películas Disney y se posicionó en el TOP 1, llegando a superar a gigantes como La Bella y la Bestia o El Rey León. La obsesión me llevó incluso a tener un álbum de cromos de la película (¿siguen existiendo los álbumes de cromos?) y completarlo. Ahora el musical está  en el Teatro Colliseum de Gran Vía y pude disfrutarlo hace unos días. No tengo palabras. La música, los actores, la escenografía. Volver a la infancia, tal cual. Si os gustan los musicales... lo vais a disfrutar.

El verano en enero

Me gustaría decir, en plena época de confirmación de grupos para los próximos festivales, que la canción que más feliz me ha hecho ha sido la nueva de Leiva ‘No te preocupes por mí’. Que me ha hecho feliz (“Catarsis que nos pueden calar”) ¿Cómo no?. Pero lo cierto es que la que más he escuchado ha sido este temazo reaggetonero con olor a sal, a sol y a mojito. Me traslada instantáneamente a un estío inagotable. Y ¿quién se resiste a una rendija de verano en enero?

Ya no me justifico por mis placeres culpables. “‘Placeres culpables’, dicen los cursis. ¿Culpables por qué? El placer es placer y jamás tiene nada que ver con la culpabilidad, tan pía. Tan gris.” De nuevo, Terrés. Amén.

Brindo por desechar la culpabilidad y por febrero. Por tener algo que contar.

Ana.

2 comentarios:

  1. Los placeres verdaderos nunca pueden ser culpables. Otra cosa son los falsos placeres con los que nos engañamos a nosotros mismos o mentimos a los demás.
    Mi canción de enero es "Me dijeron de pequeño" de Manuel Carrasco ¿la has escuchado? La tuve en bucle durante tres días en Estrasburgo y aún sigo con ella. Jeje

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    1. No la he escuchado pero yo soy muy de bucles, así que me la apunto ;)

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